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DIETA CARDIOSALUDABLE

 ¿QUÉ ES DIETA?

   Es importante conocer el significado correcto de dicho término así como sus diferentes connotaciones de cara a hacer un uso correcto del mismo. Si pensamos en los orígenes de la palabra dieta dicha procede del latín diaeta, y ésta a su vez del griego jiaita, que significa “régimen de vida”. Por tanto “Dieta Cardiosaludable” o dieta en términos generales, no significa régimen de adelgazamiento o privación del comer, si bien son otros de los significados que también presenta esta palabra. Es más, en la población enferma dieta se entiende como aquel régimen que se manda observar a los enfermos convalecientes en el comer y beber y por extensión esa comida y bebida (DIETOTERAPIA), según aparece recogido en el Diccionario de la Real Academia Española.

     Luego DIETA EQUILIBRADA, se define como el conjunto de sustancias que se ingieren habitualmente como alimento y que nos permiten mantener un adecuado estado de salud y una capacidad de trabajo. Como características de ella destacan: ser variada, completa, equilibrada, suficiente y adecuada a las características del sujeto e inocua.

DIETA CARDIOSALUDABLE. CARACTERÍSTICAS

   Como en muchas otras patologías crónicas, hoy por hoy cada vez son más numerosas las evidencias que ponen de manifiesto la importancia de la dieta como una parte más a considerar dentro del tratamiento terapéutico y general de cualquier patología. La enfermedad cardiovascular es un buen ejemplo de ello. En esta patología la base de la dieta, a la que denominamos “Dieta Cardiovascular o de Protección Cardiovascular”, es la dieta mediterránea, con las modificaciones que requiere cada paciente de manera totalmente individual, y por supuesto, teniendo en cuenta sus características antropométricas y la/las patología/as que curse junto a la afección cardiaca. Por tanto no se trata ni existe una dieta que sea especial y específica frente a la patología cardíaca, sino que se trata de una dieta sana y equilibrada cuyo máximo exponente en la actualidad es la Dieta Mediterránea, tal y como ha sido reconocida por organismos internacionales.

  Como se sabe, la dieta tradicional de los países de la cuenca mediterránea, se ha visto influenciada por diversas culturas durante miles de años, y beneficiada por las características geográficas de la zona de comercio marítimo. El concepto de dieta mediterránea y su beneficio para la salud, está actualmente reconocido, gracias a múltiples estudios epidemiológicos, que comenzaron a raíz del estudio de los siete países, base científica que atribuyó virtudes saludables a la dieta mediterránea, puesto que los resultados mostraron un menor índice de mortalidad, principalmente por accidentes cardiovasculares, en las poblaciones desarrolladas alrededor de esta área.

  La tradicional dieta mediterránea reúne bajo sus características todos los alimentos recomendados para prevenir la enfermedad cardiovascular o reducir su morbi-mortalidad, como son: un consumo elevado de aceite de oliva, frutas y vegetales frescos, legumbres, cereales y pescado, y por otro lado, una baja ingesta de carnes y grasas saturadas, azúcares simples y lácteos, así como por una ingesta moderada de alcohol. Esto implica desde el punto de vista nutricional un mayor consumo de grasas insaturadas y menor de saturadas, más alimentos naturales con más fibra y sustancias antioxidantes, y una menor ingesta de proteínas y azúcares refinados.

       Existen múltiples formas de representar las características fundamentales de una dieta. Una de estas es en forma de pirámide (Figura 1.):

Figura 1:Pirámide de la alimentación saludable basada en la Dieta Mediterránea. En ella se reúnen las fuentes alimentarias más destacables con las reseñas sobre la frecuencia de consumo recomendadas.

  En el último siglo la dieta habitual de los países mediterráneos se ha visto modificada notablemente, debido al cambio en los estilos de vida, y a las grandes presiones comerciales que lleva implícita la globalización del mundo actual. El resultado ha sido una importante modificación de la dieta tradicional y sus patrones de ingesta, que han pasado a ser patrones típicos de países industrializados occidentales, con una importante ingesta de alimentos de origen animal (carnes y productos lácteos), y un consumo más bien bajo de alimentos vegetales (frutas, hortalizas, cereales y frutos secos). Este patrón desequilibrado se caracteriza por una ingesta alta de grasas saturadas y azúcares refinados, y baja de fibras y micronutrientes. Esto se ve complementado con la actual influencia del consumo de alimentos “enriquecidos” y suplementos dietéticos con los que se trata de compensar las carencias vitamínicas y minerales, muy presentes en la población actual de estos países.

  Como ya se hizo referencia, la dieta mediterránea se puede considerar el “prototipo de dieta” en la prevención de enfermedades cardiovasculares, así como un estándar básico para una dieta equilibrada y saludable, para la población general, a fin de lograr una mayor expectativa de vida y reducir el riesgo cardiovascular. Son múltiples las evidencias científicas que confirman esta recomendación lo cual ha llevado a que se encuentre en las principales directrices nutricionales de sociedades internacionales como la del corazón, la diabetes, etc.

PAPEL DE LA DIETA COMO PARTE DEL TRATAMIENTO DE UNA ENFERMEDAD

   De acuerdo a la aclaración acerca del concepto real de dieta, recogida en las líneas superiores, es que ésta cada vez adquiere una mayor relevancia e importancia como parte del tratamiento integral de la situación de enfermedad.

   Como es sabido en la sociedad actual, cada vez más, la prevalencia y el nº de enfermedades, la mayor parte de ellas crónicas, está aumentando con el paso de los años, frente a las cuales el tratamiento adecuado puede ser clave no solo para su prevención, sino también para revertir y mantener la mejor calidad de vida posible en la población afectada.

De todas ella y siendo la enfermedad cardiovascular (protagonista del presente capítulo), una de las responsables y primera causa de muerte en nuestro entorno, es de destacar al respecto, que tanto los hábitos como el estilo de vida “occidentales” se han implicado en la génesis del problema. La dieta es uno de los condicionantes fundamentales de esta enfermedad. El alto contenido en grasas saturadas, azucares refinados y la escasez de productos frescos como frutas o verduras son muy frecuentes en los patrones dietéticos más recientes en el primer mundo.

El poder de la dieta para corregir o ayudar a controlar los componentes y factores de riesgo cardiovascular es crucial. La diabetes, la obesidad y las dislipemias (colesterol y triglicéridos) tienen siempre como tratamiento coadyuvante el consejo terapéutico y la intervención nutricional. En el seno de la prevención y tratamiento de la enfermedad cardiovascular son múltiples los trabajos científicos que avalan la eficacia de las modificaciones nutricionales.

   En todo momento es necesario marcar un objetivo personalizado con el paciente (un porcentaje de pérdida de peso necesario y unas modificaciones en los hábitos dietéticos, que se mantendrán en el tiempo, por encima de dietas restrictivas y cerradas, que agotan al paciente y tienen un tiempo límite de seguimiento).

El reparto calórico diario es fundamental, para llevar una dieta equilibrada, que se adapte a los requerimientos nutricionales de cada sujeto (en función del metabolismo basal, el grado de actividad física realizado y el grado de sobrepeso u obesidad). El desayuno es fundamental, proporciona la energía necesaria para empezar el día, y junto con realizar 5 o 6 comidas al día, ayuda a no picar entre horas, a controlar el apetito y a lograr la pérdida de peso pactada.

            El reparto del contenido calórico diario, ha de ser:

 

     Inclusive puede incluirse una recena (por ejemplo un vaso leche/infusión).

IMPORTANCIA DE LA HIDRATACIÓN

   Otro aspecto a cuidar y tener presente de cara a la buena situación nutricional y balance hidroelectrolítico, es un correcto y adecuado aporte de fluidos al organismo. El agua pese a ser insípida, inodora e incolora, no podemos olvidar que es un nutriente más que debemos aportar en la cantidad suficiente, y sin embargo en muchos casos queda relegada a un segundo plano o bien se buscan bebidas alternativas, sustitutivas a ella, que únicamente nos aportan un “extra” innecesario de azúcares y en definitiva de calorías, es el caso de los refrescos, zumos envasados… con el alto contenido en azúcares que contienen, los cuales acaban transformándose en grasa.

  Es importante tener siempre presente cuál es el porcentaje de agua que constituye nuestro organismo (figura2) y más aún no olvidar la importante función que los líquidos (el agua), desempeña a nivel interno (mantenimiento y ósmosis celular, componente del plasma sanguíneo, transporte de solutos, intervienen en el mecanismo de la bomba sodio-potasio, contribuye a la homeostasis y función renal…). Además, ayuda a prevenir situaciones límites como la deshidratación, hipo-hipernatremia, hipovolemias… con los desequilibrios y riesgo que ello conlleva.

 

Figura 2. Porcentaje de agua en el organismo según la edad
  • 75% en bebes
  • 60% en adultos
  • 50% en mayores

  Las recomendaciones mínimas oscilan entre los 2-2,5l/día de liquido, preferentemente agua o en su caso infusiones y zumos naturales de fruta. Si vienen a través de nuestra alimentación diaria, con los alimentos (todos en general aunque algunos destacan por su mayor porcentaje, como es el caso de verdura o fruta), contribuimos a este aporte de de líquidos al organismo, ya que nos aportan entre 1-1,2l de agua; el resto de los requerimientos hasta alcanzar esos 2,5l diarios, han de ser proporcionados de forma complementaria con nuestra ingesta de líquidos como tal.

BINOMIO DIETA Y EJERCICIO

  Paralelamente a la mejora y cambio en los hábitos alimenticios es crucial que la población se conciencie de la realización de ejercicio físico diario, como un elemento más para la consecución de hábitos de vida saludable. El ejercicio es un factor clave, no sólo para lograr la pérdida de peso necesaria, si no lo que en muchos casos es aún más importante, para su mantenimiento a largo plazo. Pero además de ello, los efectos beneficiosos derivados de la práctica de ejercicio físico aeróbico, van más allá de lo anteriormente comentado, y sin duda contribuyen a una mejor evolución del paciente:

          – Activa la circulación sanguínea, por tanto aumenta el flujo sanguíneo al músculo del corazón.

         – Disminuye las resistencias periféricas, por lo que disminuye la tensión arterial. Mejora la oxigenación de los tejidos.

        – Disminuye el tono simpático, disminuyendo así la frecuencia cardíaca y la aparición de arritmias malignas y de muerte súbita.

        – Favorece un mejor control de los factores de riesgo cardiovascular.

        – Disminuye la ansiedad y depresión.

        – Mejora la calidad de vida con una vida más activa y productiva.

  – La recomendación mínima de ejercicio físico diario es caminar durante 30 minutos.

OBJETIVOS DE LA INTERVENCIÓN NUTRICIONAL EN PACIENTES CON PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR

   El planteamiento del los programas de rehabilitación cardiaca integra una gran variedad de aspectos enfocados todos a la atención al paciente con patología cardiaca. La evaluación nutricional de estos pacientes, entre otros, es un factor fundamental de tales programas. La rehabilitación nutricional, tiene como objetivo corregir o crear hábitos nutricionales cardiosaludables. En este sentido, el conocimiento de los hábitos nutricionales individuales es un factor crucial para planificar las modificaciones en la dieta que son necesarios. Aunque existen características globales de la dieta mediterránea cardiosaludable que serian aplicables a la totalidad de pacientes (aspectos éstos en los que se centra la educación grupal), los objetivos individuales de cada paciente debe ser tenidos muy en consideración. De forma individual tendremos que marcar una serie de metas individuales dirigidas a sus patologías; diabetes, obesidad, dislipemia, etc.

En la valoración nutricional de los pacientes deberemos considerar la realización de una historia clínica dirigida a la patología metabólica presente, una historia nutricional de hábitos alimentarios y una exploración clínica que resalte los principales aspectos nutricionales.

En el contexto de esta patología cardiovascular, la dieta frecuentemente juega un papel de factor “en exceso” como en obesidad, diabetes o dislipemia, pero no debemos olvidar que la patología metabólica crónica frecuentemente oculta déficits nutricionales como fibra, micronutrientes (calcio, yodo) y también revela un bajo consumo de sustancias potencialmente beneficiosas para su patología como son los antioxidantes.

Del mismo modo y como parte de dicha valoración nutricional se tendrán en cuenta también otros aspectos que influyen en el riesgo nutricional y nos aportan información al respecto:

–       Medidas antropométricas (peso, la talla y el perímetro de la cintura). Insistir en el cálculo del índice de masa corporal (IMC) y proponer mantenerlo por debajo de 24 kg/m2. Parece que hay una mayor correlación de riesgo cardio- metabólico con el diámetro de la cintura (obesidad central), aunque los valores absolutos de esta medida son más difíciles de estandarizar de forma universal. Se plantea como objetivo un perímetro menor de 102 cm en los varones y de 88 cm en las mujeres. El análisis de los datos del estudio Interheart demuestran que el hecho de tener una obesidad abdominal (medida en este estudio mediante la relación cintura/ cadera) duplica el riesgo de tener un infarto de miocardio con respecto al grupo control sin obesidad abdominal, ajustando para edad, sexo y hábito de fumar

–       Parámetros de composición corporal (masa grasa, masa magra y agua corporal)

–       Parámetros analíticos

CONCLUSIONES

    Es importante que la sociedad y el sistema sanitario en general, conozca la importancia de tener unos buenos hábitos alimenticios así como apueste por la abordaje nutricional como una parte más del tratamiento terapéutico del paciente en su totalidad. Es sabido y se dispone de multitud de información que constata la importancia de la buena alimentación y hábitos de vida saludables, así como de los efectos positivos de un mejor estado nutricional de cara a la evolución de la enfermedad.

   Inteligencia y puesta en práctica de toda la información que tenemos a nuestro alcance, así como voluntad, constancia y esfuerzo hasta lograr el cambio de hábitos alimenticios, son elementos claves para ello.

 

  Articulo Escrito por Gracia Mª Casado Fernández
Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga.

Boletín Expaumi nº 20
Depósito Legal: MA-1.897-07
ISBN-10:84-695-3071-2

ISBN-13:978-84-695-3071-9
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